Este es un proyecto que surge ante la necesidad de reconocer estéticamente la vida cotidiana en la ciudad, los habitantes que comparten el tiempo y el espacio de la urbe. Los árboles son habitantes que pasan desapercibidos a lo largo de las sucias y transitadas avenidas, sirven de apoyo para los puestos callejeros, de basureros, de percheros; pocas son las personas que los reconocen como seres vivos y los refrescan de vez en cuando con un par de litros de agua. Además de espectadores mudos son víctimas de la indiferencia, sus cortezas reflejan las cicatrices del maltrato, de podas indiscriminadas, del aprisionamiento en rejas minúsculas que incorporan a su “piel” durante su crecimiento desbordante.
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